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jueves, 27 de octubre de 2011

ATARDECER EN LOS JARDINES DE ADROGUE

La tarde se va recostando hacia el oeste, estirando las sombras de los tilos como una alfombra de gramilla con distintos verdes.
Pequeños reflejos de sol se mueven entre las hojas formando las primeras estrellas sobre el suelo. Los pensamientos y violetas con sus pétalos abiertos, miran sombrados con ojos oscuros el último sol del día, panaderos se van posando con su delicada suavidad sobre la dama de la noche, que siente renacer sus corolas del sueño diurno. Mientras traiciona la razón del único girasol que creció en el jardín, y debe bajar la cabeza cada atardecer como un arrepentido de no saber amar ni perdonar, sin perder su belleza de parecerse a febo calco de mirarse eternamente.
Zorzales y horneros, calandrias y gorriones, palomas torcazas, van entregándose a sus nidos prendidos de atardecer.
La rosa ya no muestra su orgullo al igual que la azalea, de a poquito se van oscureciendo sus colores y se entregan al canto de los grillos que se adelantan a la noche, en un cielo lejano con anaranjados y rosados, con farolas que abren sus pupilas de fuego iluminando el ojo impar del día.

domingo, 9 de octubre de 2011

DOLORES DEL ALMA

Va castigando la tarde con dejos de añil, como le duelen los atardeceres a José... mira a lo lejos y sus ojos se pierden como ecos de sombras buscando su otra parte perdida que hasta ayer estaba ahí, tan cerca suyo que todavía ha quedado el reflejo en el vidrio de la ventana, y el viento fresco se empeña en borrarlo.
Aún llueven lágrimas y la angustia golpea fuerte tan dentro suyo que no llegan a ser recuerdos lo vivido. Va para un año, solo queda la nada misma, sin embargo él aún la siente, escucha sus pasos, el ruido del picaporte abriendo la puerta para recibirlo cuando llega.
Todos los lunes le lleva flores, quiere que el sol vuelva a brillar, no acepta ésta oscuridad. Tal vez el tiempo vaya apartando las sombras y solo queden buenos recuerdos, y sus ojos cansados y tristes sean nada más que pasado.
Los pensamientos se vuelvan más terrenales como cuando estaba ella, y la alegría brotaba como el agua de una fuente inundando con ése perfume especial que tanto le gustaba, único, irreemplazable, inolvidable, que siempre vivirá en José.