Clara una vez más se asomó a mirar por la ventana, cuantas veces lo hizo?, diez?, cien?, ya perdió la cuenta.
En la soledad de la sala giran y giran puñados de nada. Cuantas veces quería volar con las aves para no volver, buscar otros azules en la levedad de su vida. Su alegría se fue con él, hoy solo queda la ventana y la esperanza de verlo llegar por las tardes como lo hacía siempre, y marcharse al alba.
Es una muerte lenta que va devorando el tiempo, con albor en los cabellos y trazos en la frente.
Los álamos mudaron dieciocho veces sus hojas, fue una eternidad de espera, antes de escuchar la llamada a la puerta.
Ante Clara dos ojos cansados quedaron grabados en su mirada celeste con gotas que lavan tanta espera.
Tomó sus manos asperas, las sintió temblar como el día que se juraron amor eterno, ni se dio cuenta que la rosa que traía quedo caída en el umbral, como sellando la puerta para no dejar escapar la felicidad.