Quedaron guardados tus pasos en la arena de la playa, la marea no pudo robarlos, al igual que tu aroma quedó en la habitación prendida a las cortinas las que acariciabas, mientras mirabas por la ventana como el viento frío hacía danzar a los pinos, severos y rígidos en los días de enero.
Sobre la mesa veo la caracola donde escuchábamos al mar, mientras nos reíamos de pequeñeces gigantes en palabras idas de juegos y celos que inventábamos para reconciliarnos abrazados, buscando en el horizonte la blanca luna que se desparramaba en tu pelo.
Te extraño... todo y nada parece a cuando estabas, hasta el mantel con flores dejó caer los pétalos rosados de tu mejilla.
Solo hay una taza blanca sobre él... esperando aferrarse a la nada.